Billy se fumaba con parsimonia un cigarrillo mientras pensaba en cómo
llenar el tiempo de una vida descosida por cuya rotura se han ido
cayendo la fé, las esperanzas y las ilusiones, dejando dentro sólo el
desconcierto y la desorientación.
Atrapado en un bucle, sentía en cada movimiento, en cada acción en su vida un automatismo inexorable.
Billy
creía estar viviendo un tiempo prestado. En algún momento de su pasado,
un traspiés le hizo caer hacia atrás de sí mismo y ahora era
consciente, o creía serlo, de que cada momento de su vida, desde ese
momento, era vivido por otra persona. No se encontraba en el espejo
cuando se miraba...Había desaparecido y todas las experiencias las
recibía como contadas por esa persona que debería ser él y sin embargo
no era él, sólo alguien dentro de él. Nada quedaba de los proyectos, de
su corazón sólo un trozo colgante de alguna arteria, bombeando
tenuemente algo de emoción de vez en cuando.
Estar y no
estar, vivir sin experimentar, abandonado en un desierto. Caminando
errante con la mirada perdida en el pasado, Billy intentaba conectar de
nuevo con ese ser que por un tiempo, se sintió el hombre más feliz y
emprendedor que había sobre la faz de la tierra; pero una apatía
punzante lo dominaba y de nuevo volvía a refugiarse en el cobijo amargo
de lo rutinario.
¿ Hacia dónde caminar- pensaba- si ya no
existen mapas en este mundo que me indiquen a dónde iba? ¿ Hacía dónde
caminar, si una llovizna oscura empaña mis gafas, y descosido, como un
viejo muñeco de trapo, me voy desarmando a cada paso que doy, con cada
sonrisa que esbozo, con cada pequeña fuga o sueño que me invento? Porque
todo lo que quisera hacer, o conseguir carecía ya de sentido.